viernes, 5 de julio de 2013

Segundo día - Paseando por la favela

Por motivos de seguridad, a partir de ahora no nombraré a personas ni a lugares concretos que pongan en riesgo a la coordinadora o al funcionamiento de la comunidad. 

Hoy nos hemos reunido con la organizadora de la ONG por la mañana para hablar de las reglas de la favela (de esta, y de todas en general). Hay una serie de obligaciones si uno no quiere meterse en problemas. Entre otras, está terminantemente prohibido hacer fotos al paisaje en general, porque siempre hay alguien que puede salir en la foto (aunque sea de lejos) y se puede poner su seguridad en riesgo. No hablamos de personas cualesquiera de la comunidad, sino de los involucrados en el narcotráfico. Nos han avisado de que siempre hay alguien vigilándote, estés donde estés. De hecho, a más de una persona le han quitado su móvil o cámara precisamente por eso, por haber visto que se ha hecho una foto no autorizada .Para cuando nos lo ha dicho, yo ya había hecho fotos desde la ventana, que por suerte no he tenido que borrar. Otra advertencia: no se puede hablar de los jefes de la favela (donos). Por lo menos, nosotras no podemos hablar de ellos. En la nuestra, es un joven que ronda los 25 años. He preguntado cómo se llega a ser jefe, y la forma es bastante simple: matas al jefe actual y ocupas tú su puesto. Ley de vida, como veréis. Normalmente , el aspirante a jefe manda que lo hagan terceras personas, pero en muchas ocasiones se paga a la policía para que haga una redada y mate al dueño ''sin querer''. Curioso, sí. Otras normas son de lógica común: no hablar con los bandidos más allá de hola y adiós, no llevar ropa provocativa y no llamar demasiado la atención.

A nossa comunidade :) 

De las pocas cosas que consigo que se me contesten (las preguntas sólo se pueden hacer en ciertos momentos y lugares, lejos de cualquier posible oyente), me han contado que nuestra favela, hace 20 años, era una escena continua de crimen. Había dos barrios colindantes dominados por facciones criminosas diferentes y nuestra favela ''conquistó'' a la de al lado, que se rebeló, claro. Así que se montó una carnicería importante. Hoy, ambos barrios son la misma favela; aunque hay un muro que las separa, donde aún quedan las marcas de cientos de tiros. La otra favela está bastante mejor organizada, parece mejor planificada y cuenta con una de las ONG más conocidas y con mejores proyectos actualmente en Río, Afroreggae. Hemos ido a dar un paseo por aquí con la organizadora para que se haga público que somos las voluntarias y que pertenecemos al lugar. 

Uno de los pasajes de la favela

En la favela hay gente de todos tipos. Blancos, negros, mulatos, niños, ancianos...de todo. Es un barrio normal. Yo imaginaba que la mayoría sería negra pero hay tantos o más blancos que negros. Esta favela está asfaltada y tiene algunos canales para desagüe, no está nada mal. Las calles son caóticas y estrechas, pero son calles transitables. Los  niños juegan descalzos y no está tan sucia como esperaba. Si bien es cierto que el canal que atraviesa la comunidad es un vertedero maloliente y hay basura y suciedad por todos lados, la idea que tenía en mi cabeza era bastante peor. El barrio colindante que comentaba antes y que ahora pertenece a la misma favela, tiene las calles mucho más anchas, limpias y organizadas. Es obvio que es otro barrio, se nota la diferencia.

Un niño jugando en la favela

Mientras paseábamos por la favela, en una de las calles he encontrado, de frente y sin esperarlo, a uno de los bandidos. Éste era algo más mayor e iba armado hasta las cejas. No había visto tantas armas juntas en una persona en mi vida. Me he llevado un buen susto, de estas veces que te sube la adrenalina hasta los pelos de la cabeza y te baja hasta los pies en cuestión de un segundo. Son hombres normales y corrientes; en otra circunstancia y desarmados pasarían por cualquier vecino que podáis tener. Yo, muy digna, he conseguido seguir el paso como si fuera lo más normal del mundo, a pesar de que mis piernas flotaban del miedo.

Hemos ido a tomar unas cervezas a un bar y al rato ha aparecido un bandido con una camiseta de Iniesta y se ha quedado por la zona. La directora de la ONG nos ha dicho que guardáramos rápido las cámaras mientras él estaba allí. Es curioso, ella siempre está alerta. Está presente, hablando con nosotras, pero con mil ojos puestos en todas las esquinas para asegurarse de que nada pasa y de que estamos cumpliendo todas las normas tácitas de la zona.

Después, hemos comido en frente de la sede de la ONG en el bar más conocido de la favela. Era un bar pequeñito con 4 TV, emitiendo una telenovela distinta en cada una (aquí hay pasión por ellas). Íbamos a hacer una foto al lugar cuando ha entrado un bandido y se ha dado media vuelta en cuanto ha visto la cámara. La coordinadora nos ha dicho que la guardáramos inmediatamente y al momento ha vuelto a entrar., con la seguridad de que la segunda vez estaría todo bajo control. Te regalan un par de minutos para recapacitar, para que hagas las cosas como se deben hacer. Gracioso. Se ha sentado en la mesa de al lado, walkie en mano y pistola en pantalón, a comer lo mismo que nosotras. Debía ser su hora libre. 

En la favela no se respira miedo ni inseguridad. La gente está tan acostumbrada a esto que no viven con miedo. Los bandidos son vistos por muchos como ídolos y se sienten orgullosos del trabajo que desempeñan. Por suerte, con el tiempo esta concepción está cambiando. Hoy en día, se comienza a ver a estos jóvenes con pena, sabiendo que van a morir pronto, ya sea por conflictos armados, por represalias o por enfermedad. Hay que tener en cuenta que estas personas pasan horas en la calle, independientemente del tiempo que haga. Según me han contado, algunos de ellos han muerto por enfermedades como la bronquitis o la pulmonía por pasar horas bajo la lluvia. Lógicamente, su sistema inmunológico se ve afectado también por las drogas que consumen. 

Llegada a Rio y a la Favela


Aterrizamos en el aeropuerto a las 17:20 y tuvimos que esperar a las demás voluntarias hasta las 22 horas. La espera, después de 10 horas y media de vuelo, no fue muy emocionante.

Llegada al aeropuerto :)

En la carretera aquí hay pocas reglas (sobre todo aquellas que no son autopistas o carreteras nacionales); los coches pasan incluso en diagonal por caminos de tierra para incorporarse en ellas. Para hacerse una idea del tránsito aquí, decir que tardamos unos 45 minutos en recorrer un tramo de unos 14 km, la distancia a la que está la favela a la que vamos del Aeropuerto Internacional de Galeão. Al ir acercándonos a la favela, cada 2 o 3 metros hay un badén de cemento creado por los bandidos de la favela para impedir o dificultar el acceso de la policía. Son desniveles de unos 30 cm de alto a los que uno acaba acostumbrándose. Bandido se llama a todas las personas involucradas en el narcotráfico, que normalmente llevan armas y son las encargadas de cuidar de la seguridad en la favela. Aunque es un término generalizado, nadie suele atreverse a llamar a un bandido ese nombre a la cara. En la entrada a la comunidad (eufemismo nuevo para denominar a las favelas), el conductor del minibus enciende todas las luces del interior para mostrar quienes somos (la directora va de copiloto) y hacer ver que no hay nada que esconder. Todo por seguridad. 

La favela es un barrio carente, con casas hacinadas y algo sucio, pero es un barrio con gente normal.  Es de noche así que es todo algo desconcertante, más todavía cuando, al llegar a la puerta de la sede de la ONG, veo a un chico joven con una metralleta, uno de los bandidos. Saluda cordialmente al ver que vamos acompañados de la coordinadora. Yo respondo, claro, ¡a ver quién se atreve a ignorarle! Os puedo asegurar que me fría durante un buen rato. Impone muchísimo.   Entramos en la sede. Es un edificio pequeño de 3 plantas, construidas de poco en poco y a medio terminar. Las paredes son de ladrillo y cemento y, salvo alguna excepción, no están pintadas ni recubiertas. La tercera planta es la de los voluntarios. Tenemos 4 literas, dos baños y una cocina. Todo, tanto la favela como la casita donde nos alojamos, son bastante mejor de lo que me habría imaginado. Imaginaba condiciones más precarias y lo que nos ofrecían era un hotel de 5 estrellas frente a mis suposiciones. ¡Tenemos hasta ducha, a veces con agua caliente!

Todas frente a la sede. Falta Susi, la fotográfa


Después de dejar las maletas, nos acercamos a un local que está al lado para tomar unas cervezas. Cuando salimos de la sede de la ONG, el bandido sigue ahí, quieto, con su ametralladora como quien lleva un teléfono móvil o un MP3. Con samba de fondo, en el barcito empiezo a conversar con la coordinadora sobre la vida en la favela, sus características, su organización y otras cosas similares. Si algo me caracteriza es mi curiosidad (¿tendrá algo que ver con haber estudiado periodismo?, así que empiezo a cuestionar cosas bastante comprometidas, como se encarga de indicarme tras un par de preguntas. En un principio creo que es una favela pacificada (después descubro que no, como puede leerse aquí). Que una favela esté pacificada, a grandes rasgos, simplemente quiere decir que se ha instalado en ella una unidad de Policia Pacificadora (UPP). Esta policía, de reciente creación, es un cuerpo especial que accede a la comunidad (haciendo que los narcotraficantes se vayan mediante previo aviso) y ponen fin (en teoría, en la práctica no es así) al narcotráfico. Colocan comisarías dentro de la comunidad y permiten que cualquier persona pueda entrar. Esta medida se está llevando a cabo, sobre todo, en las favelas más céntricas a las zonas ricas y turísticas con el objetivo de hacer esas zonas más seguras y de dar una buena imagen a nivel internacional.

Según me cuenta la coordinadora, casi susurrando mientras la samba va sonando, en nuestra la policía no puede entrar (para eso están los bandidos en cada esquina). Sin embargo, lo hace avisando previamente, ya que cobra una cuota mensual que le entregan los bandidos por permitir que se venda droga y hacer la vista gorda. Intento saber más, pero la coordinadora me dice que ya he dicho la palabra ''policía'' 5 veces y que ese es el máximo diario que se puede decir. Me pide que no hable más de ese tema allí y que la pregunte a ella en privado en otro momento.

La relación bandido-policía es un tabú, un juego pactado entre ambos bandos que llega a ser muy peligroso y un ejemplo vivo del problema de corrupción que vive el país.