jueves, 18 de julio de 2013

Inmersión en Río - Visita a otras favelas pacificadas

Creo haber dicho demasiadas veces que ''hoy ha sido el mejor día en Brasil'', así que voy a dejar de repetirlo y simplemente generalizaré. Todos los días han sido estupendos, y éste todavía más :) También suelo afirmar siempre que todas las personas que conocemos tienen un propósito en nuestra vida. Nada sucede porque sí, por casualidad. Cada suceso, bueno o malo, tiene una razón de ser.

Pues bien, el maluco que conocimos de excursión el otro día y que quiere ayudar en nuestra ONG se ofreció a llevarme a otras favelas de Río para poder conocerlas y compararlas. De no ser por él, no habría conocido esa otra cara de Río de Janeiro, inaccesible normalmente para los turistas. Fuimos a la zona sur de la ciudad, próxima al centro, a dos comunidades de favelas que ahora están pacicificadas. Ambas favelas están pegadas a la zona de Copacabana e Ipanema. Por poner un ejemplo más cercano, es como si al lado de la Cibeles en Madrid hubiera un barrio de favelas con casas hacinadas pegadas a otros edificios de 20 pisos, donde vive la gente con dinero. 

Una pequeña muestra del graffiti en Vidigal  
Primero fuimos a Vidigal. Limita con el barrio de Leblon, que es uno de los más prestigiosos y de más dinero de la ciudad (de hecho, está al lado del hotel Sheraton de Río, que, por cierto, vierte todos los residuos que produce al mar). En Vidigal viven cerca de 13.000 personas que se organizan en casitas puestas de cualquier manera a lo largo de un gran monte que mira a Ipanema y Copacabana. Las vistas desde allí son espectaculares. Fuimos a un lugar super especial. Para llegar hasta allí, por ser en pendiente, cogimos un mototaxi (sí, una moto que hace las veces de taxi!). Los mototaxistas están completamente locos. La carretera principal de la favela es muy estrecha y de dos sentidos, así que tienen la política de que pase el más fuerte. Y las motos pasan independientemente de que vengan camiones de frente o haya que subir escaleras con la moto por la acera. Fue una experiencia increíble; una mezcla de emoción por lo novedoso, por estar allí y miedo a morir. Llegué sana y salva :)

Cuartel temporal de la Polícia Pacificadora - Vidigal 

Visitamos un lugar asombroso. Es un centro de reciclaje, una especie de pulmón de la favela donde tienen cultivos ecológicos de varias plantas y hacen talleres de aprovechamiento de los residuos. Lo curioso del lugar es que hace no muchos años era un vertedero, un lugar donde iban a parar todos los desperdicios de los favelados. Lo que ahora son plantas, árboles y ejemplo de sostenibilidad y ecología, hace varios años era  un cementerio de ruedas de coches, chatarra, aceites, deshechos y jeringuillas. Se respira una paz y un sosiego impensables en la favela en la que estoy ahora mismo. Allí conocimos a una mujer muy especial, Graça. Ella apoya la crucina, cocinar y comer los alimentos lo mínimo posible para conservar su vida y la mayor parte de las propiedades. Es voluntaria en este lugar. Se dedica a cultivar los alimentos y a crucinar. Dejó su trabajo para dedicarse a ello plenamente. No cobra nada por estar allí, nos explicó su filosofía de vida: comer de forma acorde a la naturaleza y hacer lo que le aporta felicidad. Dimos una vuelta por la zona y fuimos a visitar un hostal (sí!!! Un hostal en una favela!!! - pacificada, claro -) para extranjeros que está casi en la cima de la montaña. Las vistas desde allí eran mejores que desde cualquier ático de la zona más cara de Río. 

Centro de reciclaje - Vidigal

Vistas desde el centro de reciclaje - Vidigal

Después de aquí nos dirigimos a Cantogalo, otra favela pacificada aún más próxima al centro de Río. (digamos que fuera una favela en plena Gran Vía de Madrid). Aunque es conocida por el nombre de Cantogalo, también reúne a las favelas Pavão y Pavãozinho. Viven cerca de 6.000 personas. Allí se encuentra Criança Esperançala ONG más importante de todo Brasil, que tiene varias sucursales por el país y el apoyo económico del mayor grupo de comunicación, Globo TV. Visitamos su sede aquí y quedé impresionadísima. Es un edificio gigantesco, una especie de colegio lleno de pinturas por dentro, de zonas de recreo y aulas de informática muy bien equipadas. Para que os hagáis una idea de sus dimensiones, deciros que tiene piscina (y club de natación) y ascensores. La verdad es que me sentí un poco triste de compararla con nuestra humilde ONG, donde la infraestructura es la más básica y humilde que podáis imaginar. 

Dentro de Criança Esperança - Cantogalo

Cuando acabamos de explorar, fuimos a un centro de arte dentro de la favela. Es un espacio cultural, en una casa reformada y muy bonita, llena de colores. Tienen una terraza desde donde también se ve toda la ciudad. Muy cerca de ella, está un hostal de reciente apertura que regenta una profesora del maluco. Fuimos a conocerlo y estuvimos hablando con la única empleada durante mucho tiempo, filosofando sobre la vida. Ella es de Rocinha, la favela más grande de Latinoamérica. Nos contó un  poco la situación actual de su favela (está pacificada, pero los bandidos y traficantes están luchando por volver a tomarla) y nos explicó el esplendor cultural por el que atraviesa Rocinha. Ella misma era cantante y nos invitó a ir a escucharla algún día a un local en su favela natal. Lo que os digo, conocemos a las personas por algo!

Centro cultural y de arte - Cantogalo

Ya teníamos bastante hambre, así que el maluco me llevó a uno de los sitios más emblemáticos de Río. Para que os imaginéis, me llevó al típico bar cutre español que da mal rollo a la vista pero ponen las mejores tapas. Pues eso pero en versión brasileira. El lugar es muy famoso y ha ganado muchos premios por su comida. Se llama Pavão Azul. Pedimos un plato típico portugués, algo así como bolas de bacalao rebozadas (buenísimas) y arroz de camarones. Riquísimo todo.

En Pavao Azul, uno de los mejores bares de Río


Las dos comunidades que visitamos están llenas de policía. Esto quiere decir que están pacificadas porque la policía está ahí 24 horas y no hay bandidos armados. Os preguntaréis cómo es esto. Pues bien, la policía militar, cuando se decide pacificar una favela, la invade y mata a bandidos y no bandidos. Una vez muertos todos, instalan la UPP, policía pacificadora. Allí tienen hasta cuarteles. Por un lado, es estupendo que no haya bandidos en un barrio y que los niños no tengan que ver armas a todas horas y lo asimilen como normal. Pero por otro, ver un policía en cada esquina y saber que la UPP no va a tener la eficacia que se espera (la corrupción toca todos los cabos, y una vez acaben los Juegos Olímpicos veremos qué pasa), hace que se siga creciendo en un entorno vulnerable. Ahora mismo, en la misma favela de Rocinha - pacificada - mencionada más atrás, está habiendo un conflicto interno muy grande porque los bandidos están poniéndose de acuerdo para volver a tomarla. Como véis, la pacificación que ejerce la policía, mediante matanza e imposición, no es el remedio. La imagen de abajo fue tomada en Río, fuera de las favelas. Me contó el maluco que están haciendo una campaña para recogida de armas debido al gran número de accidentes domésticos que pasan con ellos. 

Puesto de recogida de armas de fuego - Copacabana

Lo mejor de esta experiencia fue poder contrastar esas comunidades con la mía. Hay muchísima diferencia entre ellas, aunque también una gran semejanza: la gran humildad y generosidad característica a los cariocas.

Beijinhos e muito obrigada, maluco! :)