domingo, 7 de julio de 2013

Tercer día - Copacabana

Los fines de semana los tenemos libres, así que vamos a aprovechar para hacer un poco de turismo. El primer fin de semana fuimos a Río. Estamos relativamente cerca del centro, a unos 28 km. La favela tiene parada de tren que lleva directamente a Central do Brasil, la estación más céntrica de la ciudad. Se tarda unos 30 minutos en llegar y el precio del billete son  2,90 reales (90 céntimos). Algo caro, pensando que el salario mínimo (y que cobra una buena parte de la población) es de 678 reales, unos 210 euros. El tren está en bastante buenas condiciones. Hay muchos trenes nuevos y muy limpios (también los hay antiguos, pero nada que no veamos en el Metro de Madrid). La frecuencia no es muy buena, los trenes pasan cada 25 minutos aproximadamente. Lo que más me llamó la atención es que cada segundo un vendedor ambulante recorre el vagón dando gritos y ofreciendo los productos más variopintos que podáis imaginar: espuma de afeitar, mandos de televisión, galletas, discos, estropajos...cualquier cosa. ¿Por qué venden estas cosas tan variadas? Porque la gente las compra. Increíble. Es gracioso, cosas que piensas que nadie compraría en un vagón (como un set de cuchillas de afeitar), las acaba comprando una media de 5 personas por vagón. Lo más triste de todo es que también hay niños y adolescentes, de entre 8 y 15 años, vendiendo en los vagones, y se puede ver que en el futuro, con mucha probabilidad, hagan lo mismo.
Una curiosidad: tanto en el tren como en el metro, hay vagones específicos para mujeres en las horas punta para evitar que los hombres se aprovechen de la situación. En esas horas, sólo pueden entrar mujeres en esos vagones (en el resto también, claro).
Hall de la estación Central do Brasil

La estación Central do Brasil es una locura total. Convergen las líneas de metro y de tren y la gente se aproxima en estampida. No puedo compararla con ninguna estación de tren ni de Madrid ni de Londres: ésta las supera con creces. Conseguimos hacernos paso (con mucho miedo, es una verdadera estampida) y coger la línea de metro que nos llevaba a la parada cercana al hostal donde nos quedamos. El hostal está en la zona de Copacabana, una de las zonas ricas de la ciudad. Se llama Che Lagarto y pertenece a una cadena que se extiende por toda Latinoamérica. Es recomendable: barato, con uma limpieza normalita y, eso sí, muy buen ambiente.

Dejamos las cosas en la habitación y fuimos a cenar algo. Nos han dicho que tengamos mucho cuidado, que no llevemos ni siquiera bolso, que metamos dinero en el bolsillo del pantalón y evitemos calles oscuras o con poca gente. Aunque es verdad que andamos en grupo y siempre con cuidado, no he visto absolutamente nada raro, o por lo menos nada que no haya visto en otros lugares. A simple vista, parece una ciudad segura, aunque siempre dependerá de la mala o buena suerte que cada uno tenga. Fuimos a un sitio en el paseo marítimo, nos sentamos y cuando estábamos a punto de pedir decidimos marcharnos porque nos parecía excesivamente caro (típico sitio para turistas). Así que fuimos al bar cutre de la esquina, comimos un par de cosas y volvimos al hostal. Nos tomamos unas caipirinhas (muy buenas) y ese fue el fin de la noche.

Todas en la entrada del hostal Che Lagarto Copacabana


El sábado por la mañana nos levantamos pronto, desayunamos en el hostal (de nuevo, muy buen desayuno buffet para ser un hostal de unos 12 euros la noche) y fuimos un rato a la playa de Copacabana. A pesar de lo que había escuchado, la playa está bastante limpia (mucho más que cualquiera española) y, de nuevo, ninguna clase de peligro aparente. Dejamos las cosas solas un par de veces y no pasó nada. Una compañera y yo la recorrimos corriendo de punta a punta, ida y vuelta, y todo nos pareció normal. Una playa donde la gente va a pasar el día con sus amigos y familia, todo normal como en cualquiera de España.

Las locas de la playa

Más tarde fuimos a un tour por los lugares más emblemáticos de Río que organiza también el hostal. Subismos al Cristo Redentor (con unas vistas increíbles), los barrios de Santa Teresa (emblemático y precioso, donde se encuentra la escalera de Selarón) y Lapa, la catedral  (horrorosa, por cierto) y Pão de Azucar. Ha sido un tour completo de unas 5 horas de duración, de esos tours que son obligados cuando no tienes todo el tiempo que quisieras tener para conocer una ciudad a fondo. Durante el trayecto, hemos hablado mucho con la guía, una brasileña de la ciudad de Niterói, cercana a Rio y considerada una de las que mejor calidad de vida tiene. Cuando le contado que estamos haciendo un proyecto de cooperación en la favela en la que estamos, casi le da algo. No se lo podía creer. Dice que es un lugar donde nadie nunca va porque es muy peligroso. Después, cuando le hemos dicho que habíamos montado en tren (no metro, tren), tampoco daba crédito. Se ha puesto histérica, diciendo que el tren sólo lo usa la gente de clase más baja y que también es peligrosísimo, que ella montó una vez y pasó tanto miedo que nunca lo volverá a hacer. Ahí es cuando el reflejo de la gigante brecha social brasileira sale a la luz. ¿Cómo puede alguien tener esos prejuicios sobre las favelas cuando nunca ha visitado una? Los medios de comunicación también colaboran a que, como en el caso de esta chica de clase acomodada, se cree una imagen muy distorsionada y se meta a todo el mundo en el mismo saco. La favela no es un lugar totalmente seguro pero hay leyes, hay normas y hay gente real. No todos son peligrosos, son personas normales que tienen sueños, miedos y sentimientos como todos los demás. Son muy abiertos, amables, serviciales, y tienen un sentido de vida comunitaria que pueden envidiar todos los ricachones que tienen pisos de lujo en primera línea de playa en Ipanema.

Voluntarias en la Escalera de Selarón

A la vuelta del tour, hemos ido en búsqueda de un rodizio (churrasquería) brasileiro que, según la guía, estaba muy cerca del hotel. Lo cierto es que lejos no estaba, pero su ubicación no tenía nada que ver con la que nos ha dicho ella. Hay una cosa importante a tener en cuenta en Brasil: no hay que hacer demasiado caso a las indicaciones de la gente. Con tal de ayudar, dicen cualquier cosa, y muchas veces es información errónea. 


Churrasquería Mon Chick en Copacabana. Se nos unieron dos chicos del hostal! 
Pensábamos salir un rato por Lapa, uno de los barrios con más marcha nocturna, pero hay que coger taxi para ir y volver y nos ha dado pereza. Este post no es de lo más interesante, espero poder contar más cosas increíbles en los próximos días :)